Si fuera fácil hacerlo realidad
Estefanía Mbá
"Sé exitosa", "piensa en grande" o "vive tu mejor vida". Precisamente, en esta noche en vela pensaba en lo complicado que resulta para muchas personas trasladar estas expresiones al plano de la realidad.
Pensaba en lo complicado que suele ser creer que eres capaz de hacer o conseguir algo. Sentir que también mereces las cosas maravillosas que disfrutan otros o que incluso te están pasando a ti.
Muchos de estos reductos y frases sueltas no sopesan los diferentes contextos y las circunstancias que nos rodean a cada cual.
Te puedes encontrar con personas que han crecido en contextos cuya finalidad es la de, en efecto, cuestionar su valía, sus dones, capacidades y habilidades.
Creer que eres capaz o serás capaz de lograrlo cuando todo a tu alrededor grita que no es posible, no siempre es fácil y no siempre se consigue con una frasecita, aunque ese precepto pueda tener influencia positiva en el proceso.
Libros de autoayuda que no ayudan.
Empezaba este escrito pensando en los libros de autoayuda como los grandes portadores de sentencias mágicas. Es posible que hayas leído alguno o muchos de esos. Si bien los hay decentes, también los hay tan malos que no ayudan. Pero no es lo que quiero valorar ahora.
En lo que a mí respecta, mis libros favoritos de autoayuda suelen ser las biografías o autobiografías. Pienso que te extraen mejor de la fantasía que supone querer calcar o ponerte a reproducir cosas a ciegas y pensar que obtendrás justo los mismos resultados que obtuvo aquel personaje descontextualizado.
Las biografías, por los menos, nos dotan de un mayor contexto de valoración que no suelen aportar muchos libros típicos de autoayuda.
Te explican mejor por qué fulanita o menganita tomó cierta decisión, en cierto contexto y momento. Y porqué obtuvo cierto resultado, cuando otros fulanos y menganos habrían hecho lo mismo y habrían fracasado.
La importancia de confiar en ti.
Ahora me viene a la mente el relato de un emprendedor que creo haber visto en YouTube, cuyo equipo presentó un proyecto en un concurso. Ganaron en su localidad y después compitieron a nivel nacional y mundial. Pero lo curioso es cómo decía que se sentía en cada una de las fases del concurso.
Conforme escalaban posiciones recibían la atención y los elogios de diferentes personas alrededor del mundo. Pero él se sentía como un fraude, como si fuera un impostor y estuviera fuera de lugar.
Le costaba creer que su proyecto fuera tan bueno y que él era lo suficientemente capaz y merecedor de todas las cosas buenas que le estaban pasando.
Por fortuna, habló con alguien que tenía más experiencia en aquello, alguien cuyas palabras permitieron acallar un poco su otra voz tan, tan arraigada y fruto de un contexto que arrastraba.
Hay gente mejor que tú.
Lo contado no solo le pasa a este emprendedor, también nos pasa a muchas otras personas. En general, a las que creamos. Y, concretamente, a las que escribimos.
Demasiadas veces he halagado a un escritor o escritora y he recibido a cambio muchas dudas y comparaciones. Esa idea de pensar que siempre hay quien lo hace mejor que tú...
Notar todas estas cosas y también empezar a examinarme, me hicieron descubrir que yo también recurría a lo mismo, pero sin ser muy consciente de ello.
Me hace gracia ahora y me perdono, pero es que, cuando aprecias el talento es difícil no preguntarte si alguna vez podrías estar a la altura de tan admirable majestuosidad. Lo sé, me estoy justificando y lo vuelvo a hacer.
Mi teoría es que las escritoras son unas inseguras crónicas respecto a sus creaciones. No he conocido hasta hoy a una que no haya dudado alguna vez o demasiadas veces sobre lo que crea. Me sorprendí viendo a quienes admiramos confesarlo.
Son las mismas que dicen que ayuda aprender a vivir con la otra voz insegura. Y que cuando empiezas a escribir y a la primera te parece una obra maestra deberías empezar a preocuparte.
Para serte honesta, no pienso que esto me ayude. Pero he de asumirlo, la idea de fondo es que busquemos el equilibrio, lo cual primero requiere ser conscientes de la inseguridad creativa crónica que padecemos (padezco).
Exigencia con mucha cautela.
He hecho deberes pendientes, investigado y reflexionado, y soy más consciente de lo que pasaba con los escritos o conmigo. Me he puesto unos ejercicios, porque la autoexigencia puede sacar lo mejor o lo peor de ti (si no la manejas bien). Si cuando terminaba de escribir, en el fondo sentía que algo estaba bien escrito, ¿porqué diablos volvía a tener tantas dudas?
Cada vez que una persona que crees que escribe genial te responda con dudas, de verdad intenta empatizar. A veces, los demonios son demasiado grandes y no se van con un par de elogios.
Algunos de mis ejercicios consiste en aceptar los elogios como vienen, sin más. "Gracias, yo también creo que ese texto ha quedado bien". "Muchas gracias, también creo que tengo talento". Y por qué no decirlo, también elogiarme a mí misma en los días que es necesario hacerlo.
Mantener la balanza entre ver el margen de mejora y aceptar lo que has hecho bien se suele complicar porque, como decía al principio, cada cual tiene un contexto o realidad diferente, que no siempre te ponen fácil interiorizar un "soy capaz".
Si fuera tan fácil hacerlo realidad, otra sería la realidad.