Poema que me hace llorar
Estefanía Mbá
Hay un poema en mi primer libro Voces en vela (2021) que siempre me hace llorar.
Me he retado varias veces a leerlo sin derramar una sola lágrima y he fracasado en todas las ocasiones. En todos mis intentos.
Cada vez que lo leo el final siempre es el mismo: lluvia en mis ojos como una magdalena. Pero también una mente reflexiva.
Es el poema número doce, la voz número doce (XII) del libro.
Una voz que escribí sobre y para mi amigo J. P., quien desafortunadamente ya no está entre nosotros porque perdió la vida. O la vida le perdió siendo muy joven.
Me acuerdo de su voz llena de vida, de las conversaciones que teníamos, de la ilusión que tenía por vivir, de sus grandes sueños y todas las cosas que quería hacer. Y, de un día para otro, todo eso desapareció y él se fue.
La muerte de mi amigo me mostró que la vida no espera a nadie y me dije desde entonces que procuraría vivir más en el presente, porque entonces tenía la cabeza demasiado puesta en las estrellas, en las nubes.
Me dije que no daría mi vida por sentada, pero supongo que fue pasando el tiempo y en algún momento se me volvió a olvidar.
Y volví al ajetreo de la vida y de cómo nos atrapa. A transitar los días como si tuviera garantía de lo que me espera mañana.
Pero un día pasó lo inesperado, de pronto, una yo más joven, llena de sueños y supuestamente con toda la vida por delante, necesitaba ayuda para algo tan rutinario como vestirme.
Recuerdo que entonces crucé los dedos y le dije a Dios que si lograba sacarme de esa, prometía que no se me volvería a olvidar vivir.
Prometí que no volvería a dejar para mañana nada que pudiese hacer hoy: ni el amor, ni las pasiones, ni estar para la gente que me importa de verdad.
Prometí que no volvería a sacrificarme en el presente por un mañana que no me está garantizado. Prometí serme fiel y habitar mi piel.
He cumplido mi promesa y a pesar de que todavía hay cosas que solo pueden suceder en el futuro, no he dejado de vivir mi presente.
Ahora me acuesto cada noche sabiendo que estoy haciendo todo lo que está en mis manos para no dejar de vivir. Estoy para mí misma y para la gente que cuenta conmigo y me siento querida como hija, sobrina y hermana.
No me suele resultar fácil releerme, pero aún vuelvo a la voz doce. Aunque sepa que acabaré llorando, porque no quiero que vivir el presente se me vuelva a olvidar.
Porque esta es una promesa que quiero mantener, mantenerla por mí y por lo que él ya no pudo hacer. En esta noche en vela, solo quiero dejar por escrito que el futuro no lo tenemos garantizado y hoy es, en realidad, todo lo que es nuestro.
No quiero que se me olvide hoy decir ese TE QUIERO, no quiero que hoy se me olvide AGRADECER, ni pedir PERDÓN.
No quiero que hoy se me olvide volver a VIVIR.