Escapada a Bilbao
Improviso y voy rumbo a Bilbao.
Estefanía Mbá
Querido diario viajero, si tuviera que utilizar una frase para describir mi escapada a Bilbao sería “también hay belleza en la improvisación”.
Hacer una escapada a Bilbao surgió de una forma bastante inesperada. Había vuelto hacía muy poco de Andorra y no pensaba moverme de la ciudad hasta pasados unos meses. Sin embargo, cuando me propusieron viajar a Bilbao, mi primer pensamiento fue de imposibilidad.
No podía hacer un viaje largo repentino, pues, como adulta tengo que adaptarme a ciertas cosas que no dependen enteramente de mí.
Con la poca probabilidad de hacer un viaje largo, surgió la propuesta de hacer una escapada. Esta idea se adaptaba más a mis vicisitudes y margen de movilidad. Por otro lado, pensé que estaría bien hacerme un regalo después de haber estado volcada en mi primer libro erótico y publicarlo por fin.
Me gusta viajar en carretera y mi compañía conducir (siempre que haya buena música), así que en una tarde lo acordamos todo. Alquilamos un coche para viajar en carretera.
Teníamos que salir muy temprano de casa. Aunque soy muy poco de madrugar y que la noche anterior sólo había dormido dos horas, mi ilusión por hacer esta escapada era muy grande y madrugar no supuso tanto drama.
Desde que inicié el año comentaba que tenía los bajos de España muy vistos, pero el norte bastante inexplorado, razón por la que elegir Bilbao como destino me pareció acertadísimo.
Condujimos hasta Bilbao y llegamos a salvo. Lo primero que nos maravilló fue toparnos con las increíbles vistas que nos ofrecía la naturaleza a medida que nos acercábamos a nuestro destino.
La naturaleza me suele inspirar e impactar tanto que, si en ese momento tenía algún ápice de duda, hace que vuelva a creer en Dios.
Visitamos poco a poco la ciudad. Bilbao no es enorme y visitarla no es tarea muy laboriosa. De hecho, llevar el coche fue muy buena decisión y, como viajamos un fin de semana, aparcar no supuso un quebradero de cabeza, pero podría haberlo sido en días laborables.
Teníamos unas entradas que nos permitían colarnos en el Museo de Guggenheim Bilbao y lo primero que hicimos fue llegar a la ubicación y explorar todo lo que había alrededor.
Belleza, obviamente.
Es que si me pones agua, vegetación, montañas y arte en un mismo sitio, me tienes en el bote. Tomé algunas fotos para inmortalizar los momentos y las vistas.
En el Guggenheim eran protagonistas las obras de Yoshitomo Nara. Los ojos de sus niños transmiten tanto… Había mucho dolor, desafío y angustia en esos cuadros.
A mí personalmente, incluso los cuadros que tenían un tema más de paz, protección o alegría me producían cierto desasosiego.
Recorrimos el museo y visitamos otras exposiciones. En general, me llamó la atención todo, pero compartiré algunas de las obras que a la primera nos dijeron algo, ya sean de Nara u otros artistas.
En Bilbao, además de apreciar el arte de fuera y dentro del museo, también me tocó poner en práctica eso de enfrentar mi acrofobia. Tuve que cruzar el Puente de la Salve subiendo y bajando escaleras altas de ambos lados de la estructura. Tenía mucha sed y ese era el precio a pagar por beber. Y valió la pena.
Como de costumbre me llevé algunos recuerdos de escritora, también una edición de la poesía de Bécquer preciosísima, hecha a mano y con mucho amor por Daniele y Jesica.
Ellos fueron mi librería personificada en Bilbao, aunque en realidad debería decir editorial. Fue algo tan inesperado como nuestra escapada a la ciudad.
Me llevé algunos ejemplares de mis libros y crearon su propia historia en la ciudad.
En Bilbao también visitamos el barrio de Irala y sus famosas casas inglesas.
Tomamos el camino de regreso con algo de cansancio, pero sintiendo el éxtasis de la aventura satisfecha por todas partes del cuerpo. En algunos puntos me quedaba medio dormida y en otros me unía para cantar a todo pulmón algunas de las canciones legendarias del pasado.
Y cómo no, aprovechamos para reflexionar sobre algunas letras y cómo la perspectiva de la realidad cambia con la edad. Un ejemplo es la canción With You de Chris Brown, justo donde dice ‘Cause if I got you, I don’t need money, I don’t need cars. Girl you are my all’
Traducida más o menos como: “Porque si te tengo, no necesito dinero ni coches. Tú eres mi todo”.
Querido diario viajero, recuerdo que de púberes pegábamos gritos cantando esta letra y nos parecía guay no tener dinero ni coches, porque el amor podía con todo. Hoy nuestra letra real sería “Porque si tengo dinero y coches, tú sólo puedes sumar”, teniendo en cuenta que el amor sigue en la ecuación.
Dejamos atrás Bilbao viendo un atardecer bonito y la entrada de una noche roja.
No me voy de la ciudad sin la foto de un reloj. Recuerda: "El tiempo que pasa cuando de verdad disfrutas de la belleza de la vida, no es tiempo perdido sino tiempo ganado".
Librería o editorial de referencia: Apuka Ediciones. Una editorial familiar y artesana de minilibros. Me llevé la mini versión chula de la poesía de Bécquer, que te puedes comprar AQUÍ.
Punto de gratitud: Parroquia de San Luis de Beltrán, Bilbao. Había que agradecer por todo antes de dejar la ciudad, como marca mi tradición viajera.
¿Cuál será la siguiente parada?
Querido diario viajero, confieso: aunque nos gustó ver lo limpia que estaba toda la ciudad de Bilbao fue impactante hacer el recorrido de las escaleras por el lado del puente con arte en las paredes que hacen de soporte. No solo por las obras y la altura de la estructura, sino porque algunos humanos han decidido convertirlo en un orinal. En fin, la humanidad y sus cosas...
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Allí imprimimos fotos en tiempo real, pero dejo algo digital por aquí. Visitamos el Edificio sede de Osakidetza, que tiene la fachada de cristal. Vimos un poco el resto, pero como en cada viaje, en esta escapada no podía faltar la parada de gratitud y la hicimos, de forma muy improvisada también, el tono de esta escapada.
Querido diario viajero, si bien es cierto que la vida lenta no me suele disgustar, la cantidad de semáforos en Bilbao por metro cuadrado me pareció excesiva. Podría ser impresión mía, pero dado que nos movíamos bastante en coche, esas paradas cada pocos segundos podrían resultar desesperantes para una persona impaciente.
Es posible que mis palabras no sean suficientes para plasmar todo lo que ha resultado ser este viaje, pero sé que me ha llenado el corazón de satisfacción.
Querido diario viajero, tal vez estas no son fotos de revista, pero representan algunos de los momentos más espontáneos y memorables que he construido. Y yo quiero dejar este escrito, para que si alguna vez vuelvo a leerlo, me recuerde la belleza que también duerme en la improvisación.